miércoles, 17 de enero de 2018

Luna de Avellaneda.

Esta de más explicar mi desencanto por la inversión en la ciudad de la incultura de Santiago.
Esta obra faraónica y costosa, acarrea también un gasto de mantenimiento muy grande y no tiene un aprovechamiento adecuado.
Lo comento porque nunca la he visitado, ni colaboraré para ser un número más en la estadística de visitantes.
Todo ésto viene a cuento de que la UNED Senior había programado una visita a una exposición de pintura, que se encuentra en uno de sus pabellones.
Razón por la cual no me anoté, hoy Blanca se encontró con una compañera y le comentó que hubo cambio de planes , concurrieron a ver Luna de Avellaneda, en la A Coruña.
Hoy al enterarme recordé la emoción que me produjo esa película, primero porque actuaba Ricardo Darín uno de los mejores actores Argentinos y segundo porque esta reflejada mi etapa de infancia y adolescencia
Mi padre fue socio-fundador y luego presidente del Club Social y deportivo Rosedal de Temperley, que quedaba a dos calles de mi casa.
Ahí mientras mi padre levantaba paredes de ladrillo, yo jugaba, se hizo el salón, la pista de básquet, el escenario, las canchas de bochas, los baños, la canchita de baby-fútbol, la parrilla.
Mi papá contrató a Alberto Castillo, Tito Sobral,  Arostegui de la Franca, D'arienzo, etc. Se vivián unos carnavales preciosos, hubo concursos de cantores de tango, kermeses, campeonatos de las distintas actividades.
El club daba vida al barrio, en el salón había dos mesas de billar y juegos de mesa, he visto a Navarrita que hacía maravillas con el billar dignas de un mago. Hay me hicieron la despedida de soltero, junto a Titi Micozzi.
Y Luna de Avellaneda refleja todo eso la vida de un barrio, Avellaneda es una localidad a unos quince kilómetros de Temperley y donde comencé a trabajar con diecisiete años, donde se encuentran dos de los más grandes clubes de fútbol de Argentina Racing e Independiente.
Se vivía en el club como en Galicia se vive en los bares, lo que ocurre que aquí hay miles de bares, allí solo estaban cerquita el Fortín de Rivarola; la puebla del Brollón y el club Temperley.

 Luna de Avellaneda es la historia de un emblemático club de barrio que ha vivido en el pasado una época de esplendor y que en la actualidad se encuentra inmerso en una crisis que pone en peligro su existencia como tal. Al parecer la única salida posible es que se convierta en un Casino, nada más alejado de los ideales y de los fines de sus fundadores en la década del 40: Un club social, deportivo y cultural. Los descendientes de estos fundadores se debatirán entre la posibilidad de salvarse a cualquier costo o de reencontrarse con aquellos sueños.

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