sábado, 31 de marzo de 2007

UNA NOTICIA DOLOROSA

En la vida la mayoría de las personas que emigran lo hacen por necesidad, nuestro personaje lo hizo pensando en un futuro mejor para sus hijos. En su país de origen las cosas no funcionaban bien y decidió probar fortuna en la tierra de su padre y sus abuelos, luego con el transcurso de los años y cuando todo se había normalizado llegó a la conclusión que a pesar de haber sido muy duro valió la pena.

Desde un principio tenia claro que no emigraba para retornar, fue terrible el desarraigo y mantenía contacto con sus familiares y amigos por medio del correo postal y algunas llamadas telefónicas. Luego con la llegada de las nuevas tecnologías por correo electrónico tuvo la oportunidad de estar al tanto de lo que ocurría en su país , por los periódicos que se encontraban en la red. Luego localizó una página web de su localidad y así se iba informando de lo que sucedía allí, y un día llegó la triste noticia que golpeo su corazón.

"Una pérdida irreparable para la historia y la educación local" : Una gran cantidad de dotaciones de bomberos aún trabajaban diez horas después de iniciado el incendio, intentando controlar los últimos focos ígneos de lo que quedó en pie del Palacio Sansinena, uno de los emblemas de la ciudad. El fuego comenzó a las 00.10 hs. de hoy 1º de Enero cuando - según testigos presenciales- un globo pirotécnico perdió sustentación y cayó sobre la parte posterior del inmueble. El hecho provoca un duro golpe a la historia y educación de nuestra ciudad. En el edificio funcionaba el “comercial Tomás Espora”.

Había sido construido en 1888 y su dueño quiso que su vivienda particular tuviera los últimos adelantos arquitectónicos y edilicios de la época. Su construcción fue un hecho insólito para su tiempo, teniendo en cuenta que todo el material fue importado de Europa y tenia instalado un sistema de luz eléctrica, aguas corrientes y cámaras frigoríficas. Asimismo poseía hermosos frescos y bello vitraux, contaba con grandes sótanos y dieciocho habitaciones, vestíbulos, cinco estufas con chiffonier, una biblioteca artísticamente tallada, etc.

Sensaciones de incredulidad, impotencia, conmoción y tristeza fueron fácilmente interpretados en los rostros de generaciones de alumnos y ex-alumnos del "Comercial".

Esta noticia lo llevó a indagar en los rincones más recónditos de su memoria, de ese mundo interior, de esos cinco felices años de su adolescencia. En aquellos años luego del período de enseñanza primaria se debía optar por bachiller, industrial o mercantil. Sus padres decidieron que lo mejor seria el mercantil, el chico tendría más posibilidades de trabajo y quedaba en el pueblo, tan solo a quince cuadras (calles) , dado que su familia en ese tiempo se habían mudado de su casa natal que estaba un poco más cerca, pero era joven y el caminarlas no seria inconveniente. Quizás alguno se preguntará porque caminando y no en colectivo (bus), es que su padre laburaba (trabajaba) en el ferrocarril y era la única entrada familiar, no se podían hacer muchos gastos extras, él lo sabia porque los zapatos eran eternos su padre cuando se gastaban les colocaba medias suelas y tacos, a los pantalones refuerzos o zurcidos, a las camisas se les daban vuelta los cuellos,etc. Las compras en la carnicería, en el almacén y en la panadería se hacían con libretas donde se anotaban las compras diarias y se cancelaban a fin de mes.

Comenzó su secundario en el "Comercial Tomás Espora" con pantalones cortos, era el verano del mes de marzo, con la cargada (burla) de los compañeros y algún vecino, pero ya en julio con el invierno en ciernes le compraron su primer pantalón largo de franela, ese año hizo tanto frío que hasta por debajo hubo días que uso unos calzoncillos largos de su abuelo. A nivel de estudios notó el cambio brusco de estar con una sola maestra, que se ocupaba y preocupaba por los alumnos, a tener once nuevos profesores, y otra gran diferencia era el convivir solo con chicos, ya que las chicas iban por la tarde.

De cualquier manera las experiencias vividas a esa edad se centraban en tres cosas: estudio, fútbol y chicas. El estudio cumpliendo con la asistencia a clase, sin hacerse la rata (faltar a clases) que era una novedad ya que en primaria no existía y con unas horas en casa se llevaba bien. El fútbol era su pasión, desde muy pequeño se había pasado horas y horas con la pelota, pero un día tuvo la fortuna de jugar con los pibes ( chicos) del barrio un amistoso contra un club federado y fue elegido para seguir en el mismo, así que martes y jueves entrenaba y los domingos jugaba partidos de torneos oficiales, además ya en el colegio se organizaban partidos entre distintas divisiones o contra otros cursos, a esas edades no se notaban mucho las diferencias físicas, eso si casi siempre ganaban los mayores.

¡ Ah ! y las chicas como llenaban nuestras cabezas (pensamientos), teníamos un método de encuentros (creado por ellas) , dejando notas debajo del pupitre, nosotros la mayoría poníamos como lugar de cita el reloj del anden cuatro de la estación del ferrocarril, que quedaba enfrente del colegio y espiábamos desde alguno de los puentes para ver como era, si nos gustaba asistíamos a la cita y así empezaron nuestros primeros escarceos. Pero realmente las relaciones mejores las establecíamos en los guateques generalmente nosotros llevábamos la bebida y ellas la comida y nos pasábamos horas bailando, charlando y poco más, quizás con un poco de suerte se robaba un besito.

Y así fue transcurriendo el tiempo, formándose comercial y culturalmente, hasta que el último año por distintas razones todo cambio bastante.

Por muchos motivos sus padres lograron conseguirle un trabajo, como cadete en la administración, por lo cuál debería concurrir al turno noche, que por las edades y necesidades era mixto.

Y en el transcurso del año lectivo el Ministerio de Educación decidió cambiar el sistema de calificar y de evaluar, por lo cual el aprobado pasaba de cinco a siete puntos y los exámenes de semestrales a trimestrales, con el consiguiente malestar del alumnado. Se decidió hacer una asamblea y por mayoría se decidió tomar el colegio y los encargados serían los mayores, vio tanta ilusión por luchar contra algo que consideraban injusto, que se ofreció de voluntario y junto con otros nueve compañeros decidieron hacerlo una medianoche.

Ese día salió de su casa con su traje nuevo para el trabajo, avisando a su madre que llegaría tarde pues había una fiesta después de clase. Estuvo todo el día nervioso, pero tenían todo planeado, habían preparado pancartas, comidas, juegos e incluso la forma de entrar sin forzar ni romper nada.

Transcurrió normal su día de trabajo y de clases, luego se reunieron y por una finca lindera se acercaron al edificio y en unos minutos estuvieron en su interior. Lo primero fue bloquear con bancos, sillas y otros muebles todas las entradas y luego recorrer maravillándonos todas las instalaciones, dado que muchos lugares nos estaban vedados.

A las pocas horas se empezó a ver movimiento en el exterior, llegó la policía, una gran mayoría en curda (bebidos) y como no podían entrar con elementos contundentes empezaron a romper las puertas y elementos que la bloqueaban, nosotros resignados nos pusimos en fila india con los documentos de identidad en la mano, a empujones nos llevaron a comisaría que quedaba a solo dos cuadras y nos metieron en un calabozo con otros tres delincuentes detenidos por motivos graves, nos favoreció que éramos diez y nos hicimos fuertes, pero sus comentarios eran soeces, dormitamos como pudimos tirados en el suelo.

Por la mañana vino un oficial al que conocía y al que le pidió llamara a la oficina donde trabajaba que iba a faltar sin especificar la causa, que podía ser motivo de despido y el oficial le informo que ya habían avisado a las familias y que él y otro por ser menores de dieciocho años podrían irse a sus casas en cuanto vinieran a recogerlos sus respectivos padres.

Su padre que también conocía al comisario ya había arreglado con él para darle un escarmiento e ir a buscarlo por la tarde y así lo hizo; lo llevó caminando hacia la casa sin dirigirle la palabra y ese trato duro muchos meses, era su castigo.

Pero lo que más le dolió fue saber, al pasar frente al colegio, que ese día las clases continuaban normalmente; que solo los dos que salieron visitaban y les llevaban cosas a los compañeros detenidos, que éstos fueron acusados por el Ministerio de los daños ocasionados por la policía; que fuimos suspendidos por una semana y que luego un abogado que era profesor en tres materias nos suspendió a todos y en todas, a él por veinticinco centésimas en cada una y que estuvo dos años para aprobarlas.

Y ahora el dolor mayor que esa maravilla que fue el “Comercial Tomás Espora” ya no existía, se lo había tragado el fuego.

Alberto Balbona Naranjo

Recuerdos Campo Huergo

RECUERDOS CAMPO HUERGO

La diferencia entre el resto de los mortales y uno que escribe, es que este último plasma en escritura sus pensamientos, todos pensamos, todos creamos, pero somos perezosos hasta en esto y nos cuesta tomar un lápiz, bolígrafo, máquina de escribir u ordenador.

La gente necesita saber de dónde viene escuchando hablar del barrio, de los picados de fútbol y de los códigos de lealtad de los amigos de infancia. Así puede recordar que viene de las dificultades, pero también de los afectos. La gente necesita reconstruir su historia, la memoria nos sirve para saber quienes somos hoy y como somos hoy.

Todos sabemos que la forma de ser propia "la identidad" de cada individuo no se daría sino hubiese diversidad o diferencia entre los seres. Pero también tenemos muchísimas cosas en común y a veces no la apreciamos, esas son las que me gustaría plasmar en estas líneas. Todo lo que vivimos en nuestra infancia y adolescencia es irrepetible e imborrable.

Si alguno que leyera estos pasajes se sintiera identificado, realmente haría cumplir el objetivo de escribirlas, serían unas narraciones con sentido, mil veces pensé en realizarlas pero siempre algo lo impedía o yo lo dejaba para más adelante. Hoy lo he comenzado, quizás en la postergación comience algo en común con otras personas, dejar las cosas para otro día, o más tarde y a veces hasta nunca.

Voy a contar cosa del pasado y cada generación contempla con hilaridad los gustos pasados, quizás no pensamos en ese momento que también se reirán de los nuestros. Los mayores tenemos la costumbre de creer que eran mejores y siempre los ponemos como ejemplo, sin darnos cuenta que a los jóvenes eso sí les molesta, y en realidad no siempre el pasado fue mejor, ni tampoco creo lo será el futuro, el presente que vivimos y que construimos todos debe ser la meta a conquistar, debe ser lo mejor de lo mejor, en nuestras manos está.

De mi infancia el mejor recuerdo es relativo a los juegos, como gastaba las rodillas en esa galería larga y acristalada de la calle 25 de Mayo 991 entre Huergo y San Carlos en Temperley, como atacaban mis soldaditos de plomo o plástico o como corrían mis autitos de turismo carretera ( que como eran de plástico y no pesaban, debían llevar masilla por debajo) y se transformaban en el coche de los hermanos Emiliozzi ( pués eran mis preferidos por ser de Olavarria), o de Marcos Ciani , o Juan y Oscar Galves, o Menditegui, o Gonzalez; también sabíamos por las figuritas que Fangio había corrido en turismo carretera antes de ser campeón del mundo en formula 1. También se deslizaba en el piso de la galería mi trencito de madera, al que tenía especial cariño púes mi padre era ferroviario.

También tengo un recuerdo hermoso del trato siempre amoroso de mis padres y de mi hermana, por eso cuando escucho que hay niños maltratados o mal queridos no llego a entender que haya mayores tan perversos, ya no solo por los derechos de los niños, sino por la inocencia y la pureza que irradian.

Mi hermana siempre me compraba algún auto, soldadito o libros de la colección Robin Hood, así tuve la fortuna de poder leer “Las aventuras de Tom Sawer”, “Colmillo Blanco”, “Rayo Dorado”, “Azabache”, “Sandokán”, “Tarzán”,etc.

Haciendo un poco de historia les contaré que después de 1820 la zona que hoy es Temperley y otras localidades cercanas fueron grandes estancias, que a posteriori se transformaron en pequeñas estanzuelas y en chacras y cuando las vías del Ferrocarril Gran Sud dividió en dos la chacra de Jorge Allison Temperley, éste decidió fraccionar sus tierras y solicitar la instalación de una nueva estación (cosa difícil pues Lomas de Zamora estaba a 10 cuadras) y para justificarla ofreció la venta de todos sus terrenos y donación de los ladrillos a los compradores para construir sus casas, y construir la nueva estación, cosas que motivaron la aceptación de la propuesta. El 16 de Octubre de 1870 se realizó el remate y poco después se valorizaron debido a la fiebre amarilla que asoló a Buenos Aires y provocó un importante éxodo al interior. La estación se construyo a la altura de la calle General Paz y solo tenía una vía Principal y otra auxiliar, la compañía quiso ponerle el nombre de George Temperley, pero éste acepto Temperley a secas y se inauguro el 1º de Enero de 1871.

Mis abuelos y mi padre llegaron de Asturias en 1910 y según me contaron era la segunda casa en Campo Huergo, también creo que se llama así porque los terrenos originariamente pertenecieron a un ingeniero con ese apellido y que fue vendiendo en parcelas.

Tengo recuerdos de tomar leche recién ordeñada y de comer pan recién salido del horno y que fueron algunas de las tareas con la que se ganaban la vida ellos.

Nuestra calle 25 de Mayo siempre fue empedrada, con unos adoquines que el tiempo y la “cucaracha” en aquel entonces la línea 25 de colectivos se encargaron de redondear, le decíamos así por la letra de la canción y por su antigüedad (se caían a pedazos). Las restantes calles eran de tierra, que cuando llovía se hacían barrial y había que hacer piruetas para cruzarlas, también teníamos campo, mucho campo. A veces queríamos que lloviese, pues nos permitía hacer carreras de barcos (hechos con pajitas de escoba) , por las orillas de los cordones de la calle 25 de Mayo.

Con el tiempo se fue poblando y modernizando, muchos se perdieron la oportunidad de disfrutar del campo y del barro.

Se instalaron dos clubes en el barrio, uno lo fundaron los gallegos que eran muchos “La Puebla de Brollón”, el otro los más viejos del barrio entre ellos mi padre fue socio fundador “El Rosedal”, cuanto trabajó mi padre para que progresara, recuerdo acompañarlo yo jugaba mientras él levantaba paredes de ladrillo y también tuvo la suerte de ser su presidente.

Nos conocíamos todos y se sabía que si alguien necesitaba algo podía pedírselo al vecino, realmente era lindo barrio y había tanos; gayegos; alemanes, en fin de todo un poco.

A cien metros de casa el almacén primero de Guerra, luego de Bringas y Alesanco, era donde estaba el teléfono y a doscientos metros la carnicería de García y la panadería de San Carlos, con el tiempo se abrió el mercado en Vago y Liniers, la verdulería cerca de la Avda. Pavón, éstos eran los lugares a recorrer con los mandados, en algunos con la libretita donde se apuntaban las compras y se abonaban a fin de mes. Mucho más tarde se abrió el supermercado “Gigante”. En la manzana de 25 de Mayo y Avda. Pavón estaba la textil para el otro lado la peluqueria de Chocoto; en San Pedro la distribuidora de vinos “Milea” decia la propaganda “Que no le den gato por liebre, tome vinos Milea”; en Liniers y la Avda. Pavón la fábrica de caños Ayan; en Vago la fábrica de colchones de Valese; en Francia la peluquería del tanito Antonio y pegado otra fábrica de caños para la luz; en Vago la bicicletería de Tucuta y la carbonería de don Antonio; en Avellaneda la carpintería y en Gral. Paz la fábrica de escobas de don Germán Parejas donde trabaje (para no pedirle a mi viejo y poder darme los gustos).

Eran casas bajas con terreno, generalmente tenían jardín adelante y quinta atrás, también habían chalets y dos casas quintas (eran los ricos del barrio).

Mis amigos, grandes compañeros de juegos y vivencias, algunos unos años mayores otros más pequeños, trataré de nombrarlos unos por el nombre otros por los apodos, otros por referencias si de alguno me olvido mil perdones seguro estáis en mi corazón pero no en mi memoria, algunos se fueron muy jóvenes otros quizás puedan leer estas letras.

Del barrio, del Rosedal, del puente, de campo Huergo: Cachito Friol (fue nuestro lider, porque era especial tan especial que Dios se lo llevó con diecisiete años); Lito Paradela,; Oscar Paradela; Hugo Balbona; Bocha Arregui; Bero Casano; José Rey “Forata”; Osvaldo San martin “Velas”; Miguel “El tanito”; Osvaldo (el hijo del taxista); Horacio (el hijo del conductor de La Estrella); Horacio Berutti; Sito Saco; Oscar “Chocoto”, Pedrito Viñas; Kuninga y el Negrito Micozzi; Beto Aranguren; Walter “El Alemán”; Quique “Cocinero”; Pedrito y Juan Gallardo; Juan Carlos Crouzat “Nito”; “Marciano”; “ElTano “(hijo del sastre); los Barone y otros que tengo su rostro pero me falta el nombre que me acompañaron en tantos juegos y colaboraron para hacer de nuestra infancia una etapa muy feliz.

Como es lógico en una pandilla también tuvimos graves momentos de crisis y peleas, pero por una u otra causa pasaban al olvido, pues nos queríamos y necesitábamos la mayoría de nuestros juegos eran colectivos; no existían ni la televisión (creo llegó en 1955, ya tenía 10 años), ni los videojuegos; ni máquinas electrónicas, ni muchos de esos juegos individuales que tanta adicción crea en los niños según los médicos especialistas. Mencionaré algunos incidentes que recuerdo, en una oportunidad entre Cachito y Lito metieron a Forata en la zanja del agua de la calle Huergo y cuando éste pudo levantarse agarro un medio ladrillo y empezó a correrlos Lito fue para su casa y Cachito entró en la del vecino con tan buena fortuna que el medio ladrillo que le había lanzado se hizo trizas contra el medidor de la luz (que estaba más o menos a la altura de su cabeza, si que se salvo por los pelos). Otra vez el día anterior a mi primera comunión tuvimos una pelea con Forata (era muy bravo) y me araño la cara, me dio tanta rabia que agarre un pedazo de alambre de púas que había tirado y derribándolo intenté clavárselo en la garganta, cosa que me impidieron el resto de los chicos. Con Bero varios tuvimos nuestros problemillas, el inconveniente era que luego participaban sus padres y teníamos problemas con los nuestros, recuerdo una vez que venia de clases particulares y no se quiso defender y le di un puñetazo en la nariz, luego mi madre me quería matar a mí, pues vino la suya a quejarse. Otra Bocha sin querer haciendo un pozo en la tierra le dio con el mango de la pala en un ojo, se lo querían comer. Otra le escribí contestándole unas letras ofensivas con tiza en un chapón que tenían en la puerta de su casa, yo esperando la reacción me quedé en un grupo y cuando vino el padre me quiso dar un bofetón y yo me agache y le pegó a Rogelio y se armó una grande. Otra memorable fue cuando habíamos agarrado un caballo (a veces solía aparecer alguno suelto) y se había empacado, creo que Forata le tiro una piedra y el animal estaba tan flaco que le pegó en el anca salió rebotada y le abrió la cabeza creo que a Sito. En otra oportunidad y yo me salve porque habíamos ido a ver a mi tía, se pusieron de acuerdo y espaciándose a lo largo de una pared de ladrillos de canto empujaron todos a la vez y tiraron el trabajo de dos días, hasta hubo denuncia policial y por último comentaré otra maldad recuerdo el día que lo esperamos en la casa en construcción de Marta y Ana al pizzero y mientras uno (creo que Lito) le tiro el recipiente de lata que sostenía sobre la cabeza y en el que llevaba las pizzas con un pelotazo con la corrida posterior al causante, el resto aprovechamos para robarle alguna pizza, en fin maldades y anécdotas hay mil para contar.

Nos sobraban campos, terrenos e imaginación y nuestras horas eran interminables, salvo en época escolar que teníamos que cumplir con nuestro horario y hacer los deberes, el resto era patrimonio nuestro, tengo un grato recuerdo de muchas veces tomar el vascolet escuchando en la radio historias de Tarzán, Sandokan o el Llanero Solitario.

Estábamos siempre inventando algún juego o aventura no necesitábamos de monitores o profesores, aunque algún padre o persona mayor nos echaba una mano y cada uno tenia una especialidad pues Rogelio era amante del fútbol, además de jugar con nosotros nos explicaba técnicas, nunca olvidaré sus buenos consejos a mí me enseño a correr sin mirar la pelota, para ver al compañero mejor colocado o a pararla de pecho, a saber pensar antes la jugada siempre me decía que el joven que triunfa es porque tiene mentalidad de veterano, creo que él y el gordo Díaz de Arsenal de LLavallol lograron hacer de mí un mediocre jugador que jugó mucho tiempo y pudo hacer y conocer un montón de amigos, que es lo mejor que deja el fútbol. Paradela “El enfermero” tenía pasión por el boxeo y nos hacia combatir para enseñarnos, cuantas veces nos calzábamos los guantes en la vereda de su casa y a veces unas cuerdas extendidas desde dos plantas y el alambrado nos servía de improvisado ring, él hacia de controlador del tiempo, árbitro, manager de los dos, enseñaba reglas. Teníamos un ídolo en el barrio, el boxeador Bolita Ochoa, que memorables peleas con Martiniano Pereyra por el título medio mediano Argentino, cuantas peleas escuchamos por la radio, luego más tarde surgió otro gran boxeador Miguel Angel Botta, su hermano Camilo fue jockey. Mi tío Toto era especialista en barriletes nos enseño a hacer la estrella, la bomba, la granada, el cajón, el rombo, nunca olvidaré el día que hizo un barrilete tipo cometa con maderas de un enrejado y le puso piolín de albañil, lo remontó un día con temporal, nos lo enrollaba en la cintura y nos arrastraba en el campo unos treinta metros a mi primo y a mí, menos mal que el controlaba porque sino creo nos hubiese levantado en vuelo, tenía una fuerza increíble el viento y el tamaño del barrilete era impresionante. También influyó en nosotros (mi primo Hugo y yo en especial) su amor por los animales, tenía pajaritos, palomas mensajeras, perro, gato, gallinas, conejos. Otros nos enseñaron a dominar las bolitas, el yo-yo, el trompo, las figuritas,etc.

Indudablemente las cuatro estaciones marcaban nuestro ritmo y diversiones, estaban bien marcadas, no existían las variaciones de hoy en día, no había polución, ni agujero de ozono. En el verano, para nosotros el paraíso (estábamos de vacaciones escolares), nuestros días duraban doce o más horas, desayunábamos y salir a jugar, nuestra casa estaba adelante y la de los tíos detrás y por el fondo accedía directamente al potrero, nuestro campo de fútbol y mil batallas (lo llamábamos de La Puebla por estar enfrente del club de ese nombre). Ahí formamos y jugaba nuestro equipo de fútbol “Siete Corazones” fue la apoteosis, cuanto trabajo, cuanto sacrificio para conseguir el dinero para comprar el equipo (medias, pantalón y camisetas) y lo más importante el botiquín jugamos en las canchas de la Puebla, El Rosedal, Fortín de Rivarola, La del Puente, Villa Rati. Jugaba Forata de portero, Lito y Oscar de defensas, Cachito en el medio, yo de puntero derecho, Bero de delantero y Hugo de puntero izquierdo, Bocha también lo hacia por la izquierda.

Recuerdo también un día que el negrito Valesi perdió los dientes de adelante en un golpe y luego vino la madre a buscarlos y todos colaboramos hasta encontrarlos y se los volvieron a colocar, o cuando el mayor de los Barone rompió el cuello al caer mal y quedó con el tiempo con las cervicales soldadas y nunca más pudo mover el cuello, lo llamabas y debía hacer un giro completo.

Creo que a esa edad y disfrutando del campo hicimos cierto el dicho, de que el gusto por lo bello se cultiva principalmente al aire libre.

Yo cuando emigre supe que no volvería a vivir en mi tierra y sufrí mucho el desarraigo, recién después de seis años empecé a acostumbrarme a vivir lejos de mi familia y de mis amigos.

Gracias por ser como son, gracias por aceptarme, gracias por vuestro cariño a pesar del tiempo y la distancia.