martes, 5 de julio de 2016

Mi primer día de playa.

Ayer fue mi primer día de playa, es la misma playa que visito cada verano desde hace dieciséis años (a mí me tocó esta, España tiene 8000 kilómetros de costa), podría decir muchas cosas de ella, pero quizás lo que la identifica es que es especial, por muchos motivos.
Está a dos kilómetros de casa, voy en la bicicleta o caminando, esta un poco escondida, salvaje hace años que no la limpian (también cabría abandonada, pertenece a Miño municipio con dos banderas azules), va poca gente (casi siempre los mismos), si quieres bañarte tienes que coincidir con la pleamar, a un costado desemboca el río Lambre, es en la zona del ponte Do Porco y se llama Alameda, en realidad no hay muchos álamos, sí plátanos y algún eucalipto, tiene lugares con sombra y esta temporada parece que muchos niños.
Enfrente se encuentra otra pequeña playa da Abeleira, que pertenece a Paderne y mirando el mar observamos la ciudad de Sada, cuando hay bajamar por la Alameda podemos llegar caminando a la playa da Ribeira.
Siempre voy solo pues Blanca tiene alergia al sol y aprovecho para hacer multi actividades, la primera buscar caparazones de distintas especies marinas, hago alguna escultura con restos de troncos, piedras y alguna alga, hago gimnasia, camino,  corro, nado ( el agua está casi siempre espectacular), algunas asanas de yoga, me la paso bomba.
En la bici llevó el botellín con agua fresca de la fuente de casa, que bien tapado guarda su frescor, en la mochila llevo la radio y algún libro, hace años que no tenemos un verano intenso en temperatura, buen tiempo y en extensión en el tiempo, realmente que el cambio climático se nota y ciego es quien no lo quiera apreciar.
Con el tiempo se va notando la falta, de algunos de los compañeros de playa, el tiempo pasa y año a año se van notando carencias, espero que la salud me siga respetando y pueda continuar disfrutando de este verdadero paraíso.
Al final de la jornada y de vuelta a casa, si apetece en el merendero de Paca, se puede degustar de una buena caña tirada y alguna vez de una comida exquisita que prepara la jefa; todos los que nos visitan casi tienen la obligación de conocer este paraje tan hermoso que nos a dado la naturaleza y escuchar la leyenda de Roxín Roxal que se desarrolló en el puente romano de Lambre, a quinientos metros de casa.