lunes, 6 de mayo de 2013

¿En que creen los que no creen?

Releyendo estos artículos entre un laico y un príncipe de la iglesia, he sacado mis conclusiones y las expongo. Quizás lo que más me llamo la atención fue lo espeso del pensamiento de ambos y se refleja en un llamado de atención de los lectores, por la excesiva dificultad de sus diálogos.
Que el hombre se construya para sobrevivir un mundo de ilusiones y de modelos sublimes, es algo tan "milagrosamente misterioso" como la encarnación de Dios y pensándolo es increíble que la primera mujer nació de una costilla y la encarnación del espíritu santo, sin que existiese coito.
El cerebro creó la religión para evitar el estrés, nuestros ancestros imaginaban cosas que le aterrorizaban, la necesidad de reducir la tensión neuronal que genera la incertidumbre, explica la persistencia del fenómeno religioso.
Hay muchos que piensan que la moral tiene su sede en el alma y en la dulce debilidad del cuerpo su permanente tentación, pero en general no se puede separar estos dos conceptos, pues el ateo o no creyente estaría siempre castigado.
En el hombre que ha recibido normas, preceptos, leyes, que se traducen en comportamientos adecuados, puede haber una moral religiosa, pero también puede haber una interpretación de esa misma
moral por el no creyente, además ha habido y habrá cambios de la moral, según los tiempos, los lugares y los contextos históricos en los que las vicisitudes humanas se desarrollen. Pero siempre debe haber una premisa deben obrar todos los comportamientos en favor del bien del prójimo, nunca se podrá prescindir de la comprensión y el amor hacia los demás, que es la base del comportamiento moral.
Creo en un Absoluto, sino no podría existir tanta maravilla, pero desconfío de las instituciones llamadas a administrar mandamientos, sacralizarlos y a interpretarlos y la historia lo ha demostrado.
La fuente del mal reside en el modo de comportarse de la propia conciencia, en el modo de organizarnos a nosotros mismos y de construir nuestra relación con el mundo. No puedo llegar al amor por los demás, si no parto de un examen de mí mismo.
Sería interesante que el cristianismo y otras éticas religiosas, no tuvieran como proyecto la evangelización de toda la humanidad, para tener predominio sobre las conciencias.

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